lunes, 11 de abril de 2011

La Ausencia

Aquella mañana, una mujer amaneció durmiendo a su vera abrazándole fríamente, en su recién estrenada cama de matrimonio. Le pareció extraño haberla inaugurado así, con esa persona que parecía con la confianza suficiente para dormir a pierna suelta. Su aroma, sin embargo, le resultaba extrañamente familiar. Durante el desayuno, casi excusándose, le preguntó quién era:

- Soy la Ausencia.-dijo mientras comía su taza de cereales.- Y quita esa cara hombre, que nos conocemos desde hace ya muchos años.

Sí, pero de qué años, se preguntaba. Lo cierto es que no quería tenerla ahí y no era el mejor momento para atender a nadie, precisamente ahora con tanto trabajo, pero como no le veía intenciones de marcharse, le acomodó un hueco en el piso y se fue a trabajar pensando en ella y su repentina aparición, tan enigmática, tan plagada de interrogantes. A la vuelta del trabajo, la encontró instalada, como si ya hubiera vivido allí y solo fuera cuestión de reforzar automatismos. Había redecorado discretamente las paredes, vaciado parte del armario y dejado sus pertenencias semi abandonadas por cada habitación.

Pasaron días de ardores y muchas noches de hielo, y fue la Ausencia apoderándose de cada costumbre embriagada por un tremendo afán de protagonismo. Pese a su discreción, aparecía en todos los sitios y a todas las horas con su melena morena y su eterna sonrisa de fotografía; invadía las comidas y nunca le dejaba ver cómodo el telediario pues siempre tenía una conversación pendiente, aparecía en mitad de las duchas que tomaba para dejarle arrecido y sin toalla, le recibía nada más abrir la puerta de casa con un eterno runrún o hacía de las suyas mientras atendía una llamada telefónica. Su universalidad contagiaba incluso sus otros quehaceres, pues pensaba en ella durante las horas de oficina, en qué estaría haciendo mientras trabajaba, en la manera en que iba a afectarle hoy a su incómoda rutina.

Como pasaba en casa más tiempo del imaginado, fue sin remedio acostumbrándose a ella, a su dictatorial manera de ser, a su conversación y a sus silencios, a su presencia silenciosa y a veces inadvertible. “En el fondo podía llegar a cogerle cariño a esta Ausencia”, pensó para sí mismo, pero para entonces la Ausencia urdía ya su plan de fuga, agradecida, sin reproches, sin ningún miedo a dejarlo solo.

2 comentarios:

  1. precioso, profundo, triste, emocionante...

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  2. Es que tiene eso la Ausencia, algo de preciosa, algo de profunda, algo de triste, algo de emocionante...

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