viernes, 18 de mayo de 2012

El Templario, diez años después. Periodista


Javier Casamitjana
Periodista
42 años
Marzo de 2022

¿Cómo lo vivió el periodismo?

Estábamos en la redacción, alguien llamó y todos corrimos a por lo qué llevábamos meses buscando: Una buena noticia. Ilusión que llevarnos a la boca. ¿Saben eso que dicen de los periodistas acerca del orgullo de dar una buena noticia? Pues es cierto. Con el Templario y su presentación del cine Jerezano sentimos eso recorriéndonos las venas. Ver ese antiguo cine perfectamente acondicionado, gestionado por uno jóvenes anónimos que, sin saberlo, estaban dejando de serlo, leer la programación cultural, los folletos que decían “Bienvenido al nuevo mundo” y la gente agolpándose en la puerta buscando esperanza... De repente, la vida era algo más que sobrevivir.
Hay que tener en cuenta que el periodismo entonces necesitaba ayuda. Gente interesada en las noticias. La época del Templario fue buena para el sector, pero también es cierto que tenía mucho de falsa ilusión. Nadie nos garantizaba acciones continuadas y, aunque hubieran sucedido, la gente se acostumbra muy pronto a lo extraordinario. Tanto, que conseguían que dejara de serlo. Pero teníamos el deber de contar lo que estaba pasando. Así que la aparición del Templario fue recibida primero como un acto puntual único, que traía consigo análisis sociológicos y de opinión de todo tipo, y luego fue considerado una época. Y eso en realidad era lo más bonito. Que el Templario había marcado una época y nosotros la estábamos narrando. Desde el Templario hay una ilusión asentada. En cualquier momento puede volver, siempre quedará esa incertidumbre. En cualquier momento todos nos podemos convertir en templarios. Y eso es extensible al periodismo, que vive con una esperanza atada al pecho.




¿Cuál fue su mejor actuación?

La flota independiente de autobuses, creo.
No fue la más reconocida, pero sí una de las que más valores realzaba: Con imaginación y una organización independiente se podían hacer las cosas bien. El mensaje era el más pedagógico que había emitido cualquier personaje social en muchos años, lo de los políticos ya se sabían promesas envenenadas.
Empezando de cero, todo era posible. Además, implicaba de alguna manera a la sociedad. La gente se sentía Templaria porque cogía ese autobús, iba de un sitio a otro y de alguna manera decía “así queremos viajar nosotros, así nos gusta que se hagan las cosas”. La metáfora del viaje, del cómo queríamos ir por la vida. Y mandaban un mensaje cifrado al sector pudiente, que recogieron el mensaje entre el enojo, la envidia y la vergüenza. Y eso era algo que no conseguían tampoco los medios de comunicación porque los medios se habían convertido en marionetas. Marionetas atrofiadas de no poder moverse a su antojo.
Claro, todo esto es algo que se escapaba a la comprensión de una mediana empresa o un ayuntamiento ahogado por su propio vómito. Por eso se quejaron al principio. Fue una cosa absolutamente de locos, propia de unos visionarios.  Ver esos autobuses con el símbolo del escudo, esa torreta con ruedas que se filtraba entre las calles de Jerez, llevando a la gente por un precio irrisorio para lo que caía entonces, era algo muy significativo.
No olvidemos que no solo era reflotar, limitada y sectorialmente, los itinerarios que conectaban diversos puntos de Jerez, era también el mensaje sostenible que llevaba implícito. Estos autobuses funcionaban con un carburante mucho más respetuoso con el medio. Copiaban el estilo sudamericano. Cómo se abastecieron durante los primeros meses fue una auténtica incógnita. Lo fuerte del asunto en que convencieron a empresas que ese podía ser buen camino y articularon la manera de hacerlo. Inversión más ilusión se había convertido en productividad. Si los medios de comunicación actuaban al servicio de las buenas costumbres (y no al revés, que es lo que hasta entonces pasaba), lo imposible pasaba a ser probable, y lo probable, finalmente una realidad.


¿Quién era el Templario?

Se hablaba de un Bruce Wayne a la jerezana, ya sabe, un Batman. Un rico que se había arrepentido de serlo, pero que tenía demasiado dinero para ignorarlo. Así que decidió emplearlo en otras cosas. Yo no tengo tan claro que fuera así. Me cuesta imaginar a alguien que proviniera de la riqueza generada aquí transformándose en un activo social. Puede ser, pero creo que un análisis tan objetivo y certero como el que hizo el Templario requería de una visión externa. Los terratenientes siempre fueron esquivos a mojarse socialmente. Creo que pudo ser alguien que la ciudad acogió bien, se sintió adoptado y terminó enamorándose perdidamente de ella.
 Y alguien influyente, sin duda. Tanto como para conseguir un padrino o padrinos económicos. Solo el traje de Templario ya era una barbaridad de costoso. Las fotografías están para mostrarlo, sus cinturones, el casco, la cota de malla. No estamos hablando de un cualquiera.
Nunca vi tantos periodistas en Jerez persiguiendo un fantasma. Nos solíamos situar cerca de la catedral, frente a la mezquita, donde se decía, tenía su base de operaciones. Pero pese a que la policía registró cada uno de los rincones del emplazamiento y que fuera  improbable que se hubiera construido una base de operaciones cercana, seguíamos teniendo la esperanza de que apareciera por allí. Y es que El Templario era un símbolo inclasificable.  




¿Qué fue de él?

Como todo en torno a su figura, es algo incierto. Se sabe, por conversaciones que mantuvimos con entidades y personas que trataron con él, que iba a abandonar la ciudad. Que cortó todos los sistemas de comunicación que había mantenido y que después de septiembre de 2012 ya no quedaba rastro alguno del Templario.
Hubo quién especuló con que aparecería en ciudades colindantes. Cádiz, El Puerto de Santa María, San Fernando… pero eso nunca sucedió. Personalmente, pienso que la gente lo decía más por ilusionarse que porque hubiera posibilidades reales. El Templario no iba a conocer la idiosincrasia de cada población y cómo moverse en ella y bajo qué parámetros. El trabajo en Jerez fue un trabajo que seguramente requirió años de visión estratégica para luego vertebrar cada acción. No, definitivamente era imposible repetir sus hazañas. A no ser que salieran imitadores, claro. 

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