lunes, 19 de noviembre de 2012

Descarface, otra forma de sentir

Por fin, la gente pudo reciclar sentimientos y recuerdos. Descarface fue la primera empresa en encargarse de ello. Luego vino Vital Comprension y Vitabite, que se establecieron como alternativas de calidad. Las tres, desalojaban el superpoblado espacio de la memoria, donde se acumulaban vivencias ya vetustas, ávidas para un desahucio. Descargaban el cerebro dándole una increíble sensación de desahogo. Potenciaban la intensidad de lo que queda para uno y repercutía en una mayor lucidez a la hora de enfrentarte al día a día. “Es como un disco duro que, de repente, ya no está lleno. Te sientes como un ordenador a pleno rendimiento”, decían los usuarios. No todo lo vivido era susceptible de permanecer guardado, y sin embargo, muchos sucesos se anclaban en lo más profundo del ser humano. Ahora existía una alternativa, ¿de qué servía acordarte de la primera vez que fuiste sólo al cuarto de baño, de cuando viste esa infame obra de teatro o sentir, de nuevo, el rencor acumulado hacia un amigo que perdiste para siempre? Con las nuevas bolsas de reciclaje, toda esta purga era posible. Bastaba con seguir, paso a paso, el método de descarga explicado en la pegatina del anverso. La gente limitaba sus recuerdos a lo imprescindible, ¡había tanto bueno por guardar! Lo demás, sencillamente, lo desechaban. Aunque hubo quienes defendían la vieja forma de suceder en el tiempo y el encanto de las pequeñas cosas, paulatinamente, la mayoría de personas comprendieron el absurdo de mantener por mantener. Los chatarreros, antes del paso de los camiones, se colaban en los contenedores llevándose las bolsas aún calientes. Luego iban a quiénes la vida no les permitió vivir y les revendían los recuerdos: el desconsuelo de un desengaño, la velocidad de conducir, el arte de bailar, de llorar, saber por primera vez cómo era eso de amar a alguien. La humanidad estaba siendo caritativa de alguna extraña manera y unos y otros sentían como en una sociedad de clases. Era, en el fondo, otra realidad jerárquica más, la de los sentimientos. 

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