lunes, 27 de enero de 2014

Muchacha

A Federico García Lorca
Viena de noche, de J. A. Alcaide.
Foto de J. A. Alcaide

En Viena hay mil muchachas pero yo solo miro a una. Después de clase, la luna mece tu cintura haciéndome prisionero de la noche, mientras un coñac y yo observamos por la ventana. Los transeúntes me toman por un enfermo, pero solo estoy enfermo de amor. Tu baile me protege del frío, tus pisadas me hacen soñar que el camino existe.  Han pasado tantos días que he olvidado cómo vine a parar aquí. Ni siquiera sé qué vine a estudiar o a quién perseguía antes que a ti y hace siglos que los libros son de mármol. Ahora sólo me interesa verte bailar y por accidente, el baile. El vienés es el tiempo experto, y el lento es el vals inglés. He aprendido sufriendo, viendo cómo otros te manejan a su voluntad y tú correspondes con esa sonrisa etrusca. Tu cuerpo es como una ola buscándose los talones. Mis labios la duna que nunca te vino a buscar.

Tras el reflejo te veo bailar el vals, el viejo vals de los que viven lejos, y mueves tus pies como quien del mal huye y fluyen tus pasos adelante y atrás, qué hermoso vaivén de notas, qué compás, cómo brota mi corazón del pecho, cómo he hecho para irme ahora a derrumbar. Yo no esperaba que el amor me corrigiera el paso, ni que el suelo raso me haga sentir un gusano deseando el vuelo. Yo no esperaba ansias ni anhelos y sin embargo estoy aquí, bebiendo por ti mi dulce condena, viendo las noches de Viena pasar.




Contexto original - Secretolivo

lunes, 20 de enero de 2014

Pregúntale al aire



Pregúntale al aire. Relato de Javier López Menacho inspirado en El Torta. Foto de Pablo Cabrera
Foto de Pablo Cabrera


Y entonces me di cuenta. El viento me estaba hablando de ti, eran susurros que dejaba el aire allí donde la calle y yo éramos testigos principales. Cada vez que sale y se levanta, y aquí lo mismo viene de poniente que de levante, me dice algo diferente. Que estás poniéndote guapa para salir, que ya has dejado de ir a la peña de siempre y sonríes como nunca, que los dientes te salen a relucir cada vez que bailas al son de la hoguera, que ya no es como antes que parecías una muerta en vida, que ahora tienes pegada en la frente la vida esta que me ha traído el sufrir, que los lunares te dibujan el vientre y la voz, que la gente no cesa de aplaudir cuando vas por soleares. Y este viento sigue llorando soledad cada vez que a Santiago le come la noche, echándome en cara cada una de mis faltas, preguntando en voz alta cuántas veces te perdiste en las cosas del sentir. ¿Cuántos miedos les has robado al sol y al mar? ¿Por qué mientes el lugar de la verdad y recuerdas lo malo solamente? Este viento no me deja ni un respiro, allí donde miro silba tu ausencia, y pido al cielo volver a la inocencia del niño que las calles patea, y librarme así la angustia de mi corazón en llanto, que late su pena por las barras de los bares.




Contexto original - Secretolivo, revista de cultura andaluza contemporánea.

sábado, 4 de enero de 2014

El año en el que viví peligrosamente


Acaba de irse, así sin más, el año más intenso de mi vida. Vino aquel uno de enero a ponerlo todo patas arriba y se va ahora con ese aire inocente, como si no se hubiera apoderado temporalmente de mis sueños, mis deseos, mis demonios y frustraciones haciendo de ellos un cóctel violento que he ingerido como en esos cómics donde un accidente termina cambiándolo todo.
Ha sido un tiempo de alegrías y de penas, el más dulce y cabrón de los coleccionistas de momentos, el alambre donde he estado haciendo equilibrio a un solo paso del orgullo y del miedo. 

Me ha pasado de todo. Me publicaron el que espero que haya sido –tan sólo- mi primer libro, me convertí en el Precario y conocí el mundo de los medios de comunicación y el olor de sus entrañas, sentí su fétido aliento, su peligrosa promesa de grandeza y sus más míseras miserias. Por otro lado y casi al mismo tiempo, fuí testigo directo del drama familiar de mi pareja, que aún así ha sido, y es, mi bastón y mi red, la manta que me abriga el frío, la mejor de las buenas compañías.

Cambié de trabajo, y con ello, cambién también mi ánimo, recuperando el autoestima y viéndome capaz de todo, tan capaz que terminé sobreestimándome, viviendo a mil por hora, haciendo de todo pero sin hacer nada, perdiéndome en el laberinto de las dudas como un niño que sale del colegio y se ve solo, engullido por un horizonte tenebroso. Y es casi una ofensa hablar de soledad en un año donde mis amigos han sido tan significativos, si la calidad de un hombre se mide por sus amigos, yo debo ser un buen hombre. También se han unido muchos al barco personas que regurgitó el pasado y otras que estarán en el futuro. Cuando lo del libro, me sentí capitán en altamar hablando un poco por todos. Por eso siempre digo, que el libro es de todos, porque verdaderamente lo siento así.

También cambié de casa y pasado los treinta, por fin, me independicé. Pasé de vivir con cuatro o cinco personas a hacerlo solo. Recuerdo la primera vez que cerré la puerta y me atrapó el silencio. Enseguida supe que ese silencio era lo más parecido a la calma que me iba a suceder este año y que iba a sustituir a la música. Este año, la música ha sido el silencio.

Entre tanto, la vida literaria me ha alejado más que nunca de la literatura, una paradoja fácil de intuir. He conocido personas sabias, generosas y humildes, cuya sola presencia me hacían crecer. Para mí, los superhombres modernos nunca se siente héroes. Supongo que algún día revertirán en mis escritos. También conocí algunas personas desesperadas y mezquinas que se venden por un puñado de dólares, macarras de la moral y guardianes de lo ajeno, pero son los más fáciles de olvidar. Sólo espero no sorprenderme nunca siendo uno de ellos. Además, llevo tiempo sintiendo que he perdido la sana costumbre de escribir por el simple placer de hacerlo –aunque el proceso incluya grandes demonios-. Quiero volver a hacerlo con ese ímpetu que acostumbraba, sin descanso, para la gente pero sin pensar en la gente, entregándome a la historia y alejado del murmullo de la industria. Quiero sentirme las letras por dentro, brotando por mis poros hasta alcanzar el folio en blanco. Quiero volver a las catacumbas. 

He acabado el año exahusto, psicológicamente agotado, laboralmente estasiado y personalmente, en paz. Lo hice al lado de mi familia y luego con los amigos al lado del mar. Hay lugares perfectos para renacer. Allí comprendí que mis bienes más preciados ya los tenía antes del 2013 y que este 2014 me vale con mantenerlos, que lo bueno ha sido una consecuencia y lo malo una prueba de fuego más en este camino de trampas que es la vida. Vuelvo a Barcelona, Carmen duerme en el sofá  y el silencio se adueña del piso, y entonces, siento la certeza de que he recuperado el rumbo. Mi rumbo que es no tener rumbo. Me siento más Javi que nunca.