viernes, 18 de noviembre de 2016

Un cuento X

Harto de estar harta, se dijo de salir a la calle como hombre los lunes, miércoles y viernes, y como mujer el resto de la semana. Para qué someterse cada día a la diatriba del espejo si podía ordenarse como las personas normales. Así, Ale era Alejandra algunos días y Alejandro otros, y en consecuencia actuaba: se maquillaba o no, elegía un estilo diferente de americana, se rociaba con uno u otro perfume, portaba el bolso o el maletín, tacones o botas, pulseras o reloj de cuero. Podría comportase por fin sin confundir a nadie. Pero por más que se esforzaba, no pudo separar todo como quien encajona la ropa, y unos días lloraba viendo una película en el sofá con el pijama de caballero, demostraba reflejos al volante los martes, leía las crónicas de fútbol los fines de semana o se dejaba abrir la puerta del ascensor por la vecina el primer día de la semana. Incluso en el trabajo comenzaron a tratarle de igual forma, y le preguntaban igual por el cuadrante vacacional, cómo andaba la familia o sus planes para el fin de semana sin tener en cuenta si dejaba o no carmín en la taza del café. Era como si solo importara la calidad de sus encargos y, tras el ceño fruncido de los primeros días, todos se hubieran colocado, de repente, unas gafas que solo dejaban ver la persona.




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